Si me preguntan que hacía
en el momento en que eché esta foto, diré que no me acuerdo. En
realidad no me acuerdo de ninguno de los instantes antes ni después
de tirarla. Sólo sé que estaba en Londres y la luz del atardecer
inundaba la ciudad. Recuerdo que pensé que las nubes casi
características de la urbe cosmopolita, le darían una textura más
dulce. Sentí como el tiempo se escurría entre mis manos y quise
presionar lo más rápido posible el botón para echar la foto. Me
parecía la imagen perfecta.
En la esquina derecha de
la foto, el Big Ben se levanta como símbolo de la ciudad. Con su
parte más alta rozando el cielo y el edificio decorado con una luz
verde y naranja algo llamativas, desprende un alo que causa
admiración para los turistas. A pesar de no encontrarse en primer
término, preside la fotografía y le da un toque de distinción a
ese momento que tanto ansié dejar retratado. El gran reloj de la
torre, al cual le debe su nombre, marca pretencioso la hora sin
siquiera darse cuenta del tiempo que pasa a su alrededor. Cada
turista decide, para no acabar con la tradición, hacerle una foto
desde cada ángulo a cada momento del dia. Mil fotografías cada
segundo de todas las formas posibles, que de nuevo todos intentan
hacer para captar un instante feliz de sus vidas. Inmutable al paso
del tiempo y de la vida, la simbólica torre destaca sobre los
perfiles de los edificios. Sin ninguna duda, es el elemento en el que
todo el mundo se percata en el primer instante.
Así mismo, continuando
con la típica mezcla de contemporaniedad y paisaje típicamente
británico, el rio Támesis circula de un lado a otro de la imagen,
reflejando orgulloso toda muestra de lo anteriormente descrito. La
corriente nos guía marcando cada vez más una perspectiva paralela a
unas clásicas farolas y una calle con personajes dispares.
Las cuatro farolas adornan
el muro que conduce al prestigioso Támesis. La vista choca entonces,
con un conjunto de carteles que anuncian caros espectáculos para
turistas que una vez más piensan que están invertiendo su dinero en
los momentos más felices de sus vidas. Justo delante de esta mezcla
de clásica contemporaneidad, de farolas y carteles, un grupo de
personajes esperan viendo moverse las varillas de sus relojes, a que
el tiempo se pare y nunca más tengan que volver a sus rutinarias y
repetitivas vidas.
Finalmente, en primer
término, seis personajes despistados, le dan las últimas pinceladas
a la imagen. Una mujer de rosa pastel observando la ciudad, un grupo
de japoneses esperando la próxima visita al parlamento, una pareja
improvisando a la hora de cenar con un helado y un par de bocadillos.
Vidas distintas, motivos diversos y consecuencias dispares. Momentos
que deseamos captar como una fotografía. Finales tan diferentes, con
un mismo motivo.
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