Adiós Intermitente



La luz matutina inunda las calles. Olor a aire recién levantado, limpio y nuevo. Sólo se oyen pasos de rostros solitarios. Las mismas caras de siempre, los mismos gestos inundan las calles y las aulas. Veo rostros desconocidos aunque conocidos. Mochilas corriendo porque las campanas de la Iglesia repiquetean demasiado pronto. La misma gente agolpada a la puerta, haciendo lo mismo que hacen siempre. Pura rutina.
Días y días de homogeneidad que pronto se convertirán en un día soleado, pero que al final siempre volverán a ser los días grises que fueron. Una sucesión de imágenes que te hacen odiar la repetición monótona de la vida.
Te hacen odiar. Extraño, pero a la vez, cuando eres capaz de ver el final, ese final a veces tan deseado otras tan olvidado, quieres parar. Deseas parar el tiempo, quedarte en “pause” y pensar en lo que has hecho, en lo que has dejado de hacer. En esos momentos en los que has respirado, te has sentado y simplemente has disfrutado del momento. En esos momentos en los que has preferido dejar pasar las varillas del reloj sin ningún miramiento. En quien has conocido y en quien has preferido no conocer. Con quien has creado algo fuera de esas paredes blancas monótonas y aburridas, que un día fueron tu casa casi más que tu propio hogar. Con quien has preferido dejar correr el tiempo y simplemente compartir aquello que era estrictamente necesario. ..
Al fin y al cabo, momentos que probablemente no recordarás en su mayoría; rostros emborronados que un día verás relucir por la calle y que tal vez despierten algún recuerdo olvidado u objetos que te harán viajar hacia algún lugar del pasado.
Entonces, sólo entonces verás esa monotonía como parte de tu vida y no algo a lo que no perteneces. Recuerdos fugaces de momentos en realidad felices.

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