Viviendo el Presente

Viviendo el presente, pensaba que me moría, que en un instante caería al suelo desmayada de tanto saltar pero no, simplemente vivía el presente. Ahora vivo el presente rememorando el pasado. Aquel día, aquella tarde.

*Un Antes*

Era una tarde de principios de Septiembre, preparada para comenzar con la rutina, estaba con mis padres en el CC Bonaire de Valencia para comprar algunas cosas necesarias para el inicio. De repente un cartel naranja me llamó la atención. Fechas, horas... CONCIERTOS. 

- ¡Mira!- solté con los ojos como platos 

Rápidamente di un paso que equivalía a tres de los que suelo dar y me paré justo delante del cartel naranja. Leí "PIGNOISE: 1 de Octubre". Por una milésima de segundo mi mirada se giró hacia mi padre que me observaba algunos metros atrás. Sin necesidad de súplica me dijo:

-Ey, si quieres vamos.

-¿Sí? ¿En serio? 

*Viviendo el Presente *

17:00 horas

"Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noeeeeeeeeeeelia" Nino Bravo sonaba en el coche. Pero, por favor, no pienses mal. En un momento de intenso aburrimiento durante nuestro viaje a Valencia, Ana Mónica y yo, habíamos encontrado el Álbum Recopilación de Nino Bravo y entre risas, chistes y carcajadas lo pusimos a todo volumen. No estoy segura de si aquello fue fruto del aburrimiento o que estábamos tan nerviosas de lo que íbamos a presenciar que no parábamos de hacer tonterías y reírnos de cosas de las que hoy no me reiría. 

-¡Ay! Pues me acuerdo que esta canción nos la puso el padre de una amiga en el coche y nos quedamos las dos con una cara…- Ana M. contaba otra de sus "historietas" tan risueña como siempre.

Ana y Marta, su prima, aunque sólo estaban separadas de nosotras por el asiento trasero del coche, estaban en su mundo, cada grupo con una conversación. Todas estábamos nerviosas, pero unas lo demostrábamos "cacareando" como gallinas y otras calladas como tumbas, jugueteando con el móvil. 

17:45 horas

Comenzamos viendo el primer panel publicitario, anunciando que Valencia estaba al caer; vimos algunas docenas de esos antes de ver lo que realmente nos hizo sentir como en las nubes. El CC Bonaire parecía un gigante desde nuestros ojos empequeñecidos por la emoción. Realmente no recuerdo que fue lo que dijimos, o mejor dicho lo que probablemente dijo Ana Mónica, pero seguro que fue alguna onomatopeya por la estupefacción. Desde aquel lugar en el aparcamiento de coches se veía EL ESCENARIO, bueno mejor dicho el SUPER-ESCENARIO (y lo de súper no por grande o algo parecido, pero en aquel momento es lo que me pareció). Atónitas, volvimos al mundo real y bajamos de aquella bonita nube. 

-¡Dios! ¿Lo habéis visto? ¡Qué emoción!- espeté yo.

Oyendo las advertencias típicas de mis padres como un rumor bajo las voces lejanas de la multitud del concierto, andamos con grandes zancadas hasta el recinto.

18:00 horas

Era un concierto gratuito, así que entrar fue fácil sólo bastó con que enseñáramos los bolsos. Habíamos llegado pronto, por primera vez en mi vida, y no había mucha gente aún. Nos acercamos charlando emocionadas al escenario, lo teníamos muy cerca. Miramos a la batería que ya presidía en escenario, llevaba unas letras escritas “SE ALKILA” ponía. En ese momento recordé que esa misma mañana había leído en Twitter que los teloneros iban a ser Se Alkila. Para ser sincera, había oído hablar de ellos, algunas amigas Jonaticas que habían ido al concierto de Jonas Brothers en Madrid el 11 de Noviembre, me contaron que habían sido sus teloneros. Nunca me he aprendido una canción por buscarla en Youtube o descargármela en Ares, comprármela en Itunes o algo parecido, soy muy vaga para eso, por eso tampoco lo hice con ellos.
La primera canción comenzó, aunque ahora me sepa todas y cada una de sus canciones, en ese momento no sabría decir cual fue. Como ya he dicho no nos sabíamos ninguna canción pero la gente comenzó a animarse y nosotros con ellos. Las canciones sonaban y nosotras cuando no intentábamos seguir la letra de alguna forma, cotilleábamos sobre cada acontecimiento que estaba sucediendo. Nunca he creído tener muy buen sentido del ritmo, y creo que después de aquel día, lo confirmo, mis manos intentaban seguirlo desesperadamente pero nada. Aun así a nadie y nada le importaba, yo y mis manos estábamos disfrutando de cada instante. El grupo, tocaba todas sus canciones y nosotras no podíamos parar de cantar o al menos intentarlo, reír, saltar, cotillear…
En medio de la multitud, entre olor a tabaco y otras cosas que prefiero no escribir, nos sentíamos como volando. Pero de repente, por un segundo todo se me paró alrededor. Fue el efecto típico de las películas, en las que la protagonista se gira en cámara lenta y se da cuenta que algo va mal. Se movía como si sus extremidades inferiores hubieran sido sustituidas por fideos. Por un momento, creí verla en el suelo, aplastada por la multitud. Pero no, seguía allí de pié. Ahora, llegó la parte en la cual se cambia esa cámara lenta por unas escenas que se suceden tan rápido que son prácticamente imperceptibles. “¡Ana!”, mi amiga de toda la vida, se giró rápidamente y se dio cuenta de por qué yo tenía aquella cara, una mezcla entre la de haber visto un fantasma y la de “Oh, Dios y ahora que hago”. Aunque estoy segura que las tres, Ana, Marta y yo, pensamos eso mismo, actuamos de forma rápida y eficaz, para nuestro orgullo y alivio. Ana sujetó el cuerpo de Ana M., mientras ésta seguía en algún lugar desconocido; Marta, hacía sitio entre la multitud, una multitud sorprendida por ver una “momia” (Ana M., ¡dicho con humor!) en un concierto; yo, a la cola de las otras tres, me debatía entre, si ayudar o llamar a mi padre para que viniese rápidamente. Decidí hacer lo último. Calor, nervios, indecisión… De un momento a otro, habíamos pasado de vivir el presente en todo su esplendor a vivirlo de una forma totalmente distinta. Era pronto, así que no había demasiada gente, pero a nosotras nos pareció como si intentáramos cruzar un desierto totalmente sedientas y sin oasis que divisar. La gente extrañada nos miraba con rostros mezclados con la emoción del momento por la música que nosotras dejábamos atrás y la extraña escena que mostrábamos las cuatro. Alguien, o seguramente “álguienes” aunque yo no me diera cuenta, me preguntó “¿Qué le pasa?”, aún no se como conseguí explicar con dos palabras que se había desmayado. Por fin, oí la voz de mi padre al otro lado del teléfono. “Papá, que Ana Mónica se ha desmayado”. No sé lo que contestó pero en ese momento comencé a divisar el “oasis” tan esperado, la multitud se iba diluyendo.

18:25 horas

“¡Jairoooo! ¡Dile a Salva que me firme la baquetaaaaaaaa!” Un grupo de chicas de nuestra edad, chillaba desde las vallas amarillas hacia el cantante, que hablaba por teléfono de perfil a nosotras. Nuestro presente.
 Ana Mónica había recuperado la conciencia nada más salir de la multitud. Probablemente, el airecillo que se notaba al salir le había hecho volver en sí. Inmediatamente se sentó bajo un árbol, blanca como la nieve, y mi padre llegó por un lado. Se la había llevado y en aquel momento estaría bebiendo algo como Coca-Cola o algo así, con el fin de que el azúcar la espabilara. Su presente.
Estábamos nerviosas, Ana y yo no dejábamos de decir que nos temblaba todo, sobre todo yo. A pesar de no ser la que la había arrastrado por el recinto y haberme limitado a llamar por teléfono, mis piernas bailaban al son de mis manos, y pintaban una escena tal vez algo graciosa, sino hubiera sido por la tensión del momento. Marta, reía y no dejábamos de revivir la anécdota una y otra vez. Aún así, ver a los componentes de Se Alkila al otro lado de la valla, nos revitalizó. Observábamos a aquellas chicas chillando y realmente creo que no sabíamos demasiado que hacer. Recuerdo que bromeábamos:
-Mira ese de las botellas, tiene aire de ser hermano del que canta ¿no?
-Ey… pero, ¿el hermano no era el de la guitarra?
-No sé… creo que no…
-¡Mirad, mirad! ¡Lleva las botellas pero no para de hablar con gente importante!
-¡Que dices importante!
-¡Que sí, que sí! Mira a ese.
-Oye… y ¿Por qué no le pedimos un autógrafo o algo? A lo mejor le caemos bien y no presenta a alguien…

Nos olvidamos de todo por un segundo y reímos. Mirado desde esta perspectiva, fue una conversación bastante absurda pero lo suficiente cuerda para como estábamos en aquel momento. Así, estuvimos un rato, viendo entrar y salir gente y bromeando “Chsst! Mirad a esas, que entran como Pedro por su casa, serán ------…”, o “ ¡Ostras! ¡Pero si los de la Cruz Roja están ahí dentro! Che, que pena no haber metido a Ana ahí…” (esa fui yo, y lo sé no es tema de risa, pero estaban ahí dentro y por lo menos habríamos provocado los celos de algunas que habían por allí, jajaja). Finalmente se acercaron y al principio nos quedamos paradas sin saber que hacer pero luego, como borregos seguimos el ejemplo de todas las demás y pusimos la mano para que nos firmaran (Sí, habíamos ido sin nada, sin CD’s, sin libreta para autógrafos, ¡sin nada! ). No nos firmaron, pero hicimos algunas fotos de cerca, las mías todas movidas como me suele pasar cuando voy a conciertos, prèmieres o algo en que gente mínimamente famosa se pasee por allí. Se fueron y emocionadas volvimos a la entrada. Mi padre, me había hecho una perdida al móvil en lo que yo llamo “momento emoción” es decir cuando, teníamos a todos los de Se Alkila delante.

18:30 horas

-Ana ¿estás bien?
-¡Sí, pesadas!- ya era Ana M. otra vez.

Ana recuperada, se reunía otra vez con nosotras. Nosotras, le preguntábamos cada cinco minutos, la preguntita “Ana ¿estás bien?” y ella cansada, espetaba un “Síííííí…”. Antes de nada, fuimos a la pequeña tienda de “merchandising” y Ana y yo compramos el CD de Se Alkila. Cuando Ana pagaba… una música comenzó a sonar. Miramos rápidamente al escenario. El cantante, Álvaro Benito, se situaba en el escenario, junto al resto del grupo. Aunque parezca mentira, cuando comenzaron no creíamos que fueran ellos. ¿Por qué? ¡Faltaba el flequillo o la cresta de nuestro Álvaro! Jajaja… Se había rapado el pelo y nosotras no nos habíamos enterado. Creo que si no llega a ser por los chillidos de la gente y la música, no nos enteramos de que son ellos hasta pasados diez minutos. PIGNOISE, estaba en el escenario.

18:35 horas

Ana pagó y corrimos cogidas de la mano para no perdernos, entre la gente. No llegaríamos a donde estábamos antes pero, sí que al menos algo más hacia delante de lo que estábamos. Así fue, nos situamos algunos metros detrás. Ahora había mucha más gente y se había agrupado en torno al escenario. A nuestro lado, una madre con su hija nos miraba y se reía, seguramente debíamos dar algo de risa, pero no sé exactamente por qué. Saltamos, cantamos, chillamos… hablamos con Álvaro Benito cuando preguntaba al público. Volvíamos a estar en la cima del mundo. Parecía que fuésemos las únicas que estábamos disfrutando del concierto, para nosotras, era un concierto privado. Así nos dejamos la voz en canciones que tantas veces habíamos escuchado y tarareado frente a la radio y otras que no sabíamos tanto pero que seguíamos entonando a pesar de no saber de que hablaba la letra. Dejamos caer la noche, y el ambiente se volvió realmente mágico. El cielo pasó a ser de un color rosado o rojo, por los focos de luz que salían del escenario. Oíamos rugir a las guitarras y en nuestros oídos resonaban las notas que entonaba el grupo. Nos sentimos orgullosas de ser valencianas cuando Álvaro Benito hizo algún comentario sobre Valencia. Un sentimiento nacionalista que pocas veces sale a relucir en mí, no por nada, simplemente soy así. Sentíamos gotas de sudor atravesar nuestra frente, reíamos, olvidamos todo lo pasado, todo lo que nos había preocupado, para dejarnos llevar por el momento. Viviendo el presente, pensaba que me moría, que en un instante caería al suelo desmayada de tanto saltar pero no, simplemente vivía el presente.

*Un después*

Aquel “después

Tan rápido como me había llegado la oportunidad de ir, como rápido nos pasó “el incidente” de Ana, y rápido como nos pasaron aquellas horas, rápido llegó el final. Llegó acompañado del sentimiento vacío de que nada volverá, de que nada será como aquel día, como aquellos momentos. Momentos de nervio, emoción, risas… Rápido volvimos a nuestra vida, nuestro lugar en el mundo, tan alejado de esos momentos en que te sientes el rey o la reina del universo, nada te supera, ¿verdad chicas?

Este “después”

Ahora meses después, observando aquello desde la distancia, después de haber comprobado que hay muchas más cosas después de ese tipo de experiencias, cuando parece que todo aquello fue irreal y totalmente ajeno, me doy cuenta de que el resultado de aquella bonita ecuación no fue nada más que un sueño. Un sueño que nos hizo despegar por unas horas, olvidar, creer. Un resultado que no quiero cambiar porque cada cosa llevó a otra, cada sonrisa llevó a otra, cada chillido llevó a otro, porque cada punzada de emoción en el estómago llevó a otra. Porque no sé si hubiéramos visto tan de cerca a los de Se Alkila si no hubiera sido por Ana, porque no sé qué hubiera pasado si hubiéramos llegado antes, o si hubiéramos llegado después… Cosas de la vida. No sabes “que hubiera pasado si…”, no, es verdad, nunca lo sabes. Pero por eso fue tan perfecto. No sabíamos nada.






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